En plena ola de calor, los visitantes de BIOPARC Fuengirola descubren algo más que un parque de animales. Ubicado en el centro de la ciudad, este oasis verde se convierte en una auténtica burbuja climática donde la temperatura puede llegar a ser entre 5 y 12 grados menor que en las calles asfaltadas del entorno urbano. ¿La clave? La exuberante vegetación, las zonas de agua, la arquitectura del espacio y un modelo de diseño que reproduce fielmente los hábitats tropicales del planeta.
El parque ocupa una superficie de más de 20.000 m², de los cuales aproximadamente el 85% está cubierto por vegetación: desde grandes árboles tropicales hasta herbáceas, gramíneas, leguminosas y especies propias de islas como Madagascar o regiones del Sudeste Asiático. En total, más de 100 especies botánicas diferentes, a las que se le suman las que de forma espontánea siguen colonizando los rincones del parque, contribuyen a crear un microclima natural que amortigua el calor y reduce la temperatura ambiente respecto al exterior.
En los días de calor extremo, mientras los cuidadores preparan helados naturales y otras estrategias de enriquecimiento ambiental como, por ejemplo, lluvia artificial, se suma la propia estructura del parque. Las grandes copas de los árboles tropicales proyectan sombras densas que protegen del sol, y el sistema natural de evapotranspiración de la vegetación, junto con los cursos de agua en las rías y playas interiores, contribuye a reducir sensiblemente la temperatura.
Este jardín tropical reúne especies vegetales de gran valor ecológico y cultural
Entre ellas, destacan casi una decena de especies del género Ficus, como el laurel de Indias (Ficus microcarpa), el árbol del caucho (Ficus elastica) o la higuera herrumbrosa (Ficus rubiginosa). Los ficus, esenciales en los ecosistemas tropicales, son conocidos por sus grandes raíces aéreas, que además de absorber humedad ambiental, sostienen imponentes copas que dan cobijo y alimento a infinidad de especies. Un solo ejemplar maduro puede representar un ecosistema en sí mismo.
Junto a ellos crecen especies singulares como el pandano de Madagascar (Pandanus utilis), con sus raíces aéreas en forma de zancos, o la ceiba (Ceiba speciosa), también conocida como palo borracho. Esta última es una especie emparentada con los baobabs, reconocida por su tronco espinoso y su capacidad para almacenar agua, un mecanismo de supervivencia en periodos secos.
El valor de estos árboles y plantas no es únicamente ornamental o simbólico. Su papel en la regulación térmica, la purificación del aire y la mejora del bienestar urbano es fundamental. La vegetación mitiga los efectos de las denominadas islas de calor, generadas por superficies como el asfalto que absorben y liberan calor durante horas.
La diferencia de temperatura antes indicada, la respaldan estudios científicos que confirman esa diferencia térmica entre una calle asfaltada y un espacio verde y en los cuales se indica que puede ser de hasta 10 ºC en las horas centrales del día. Margen que en BIOPARC se supera. En este contexto, los espacios como BIOPARC Fuengirola son más necesarios que nunca, no solo como refugio climático, sino como modelo de ciudad más amable, habitable y sostenible.
Además, el parque mantiene su compromiso con la conservación, la educación ambiental y la divulgación científica a través de sus actividades y diseño paisajístico. Este verano, amplía su horario hasta las 23h en agosto, ofreciendo a los visitantes la posibilidad de recorrer sus selvas urbanas en la frescura de la noche y disfrutar del ambiente único que culmina con un espectáculo de danzas africanas.
En un contexto de cambio climático y pérdida de espacios verdes, lugares como BIOPARC Fuengirola recuerdan la importancia de repensar las ciudades desde la sostenibilidad y el respeto por la vida vegetal y animal. Un pulmón verde que respira en pleno corazón de Fuengirola.