Esta pequeña cigüeña migratoria se reúnen en gran número en las lindes de pequeños incendios, esperando a los insectos que huyen del fuego y en torno a los enormes enjambres de langostas, atrapando a estos saltamontes vorazmente.

Goza de la protección y del amparo de muchas personas que la consideran señal de buena suerte por llegar con las lluvias o por destruir a las langostas que, de otro modo, devorarían sus cultivos. Por ello, anida sin temor en los pueblos, en los tejados de las casas e incluso a veces incitadas por los propios habitantes.

Nidifica colonialmente en riscos, árboles o entornos agrícolas. El macho toma posesión de un antiguo nido que suele ser una plataforma de palos. Las hembras se acercan hasta que elige a una, ponen de dos a tres huevos y los polluelos empiezan a volar a los dos meses.